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Foto del escritorPaola Iridee

Justo aquí


Siempre he querido decir que estoy segura de estar en donde debo, pero huyo cada que veo jaulas y ni siquiera me acerco cuando me doy cuenta de que no hay obstáculos para detener a nadie. No se me da bien confiar en la permanencia de quienes dicen interesarse en mí, quizá porque aprendí desde muy chica que las personas se van y que te van dejando huequitos, pero ahora estoy aquí, frente a un campo abierto. Es normal paralizarse, supongo, cuando estás en un mundo cuadrado acostumbrado a poseer y has vivido siempre con la seguridad de tener el control, pero ya no lo quiero. Me he cansado de estar en ninguna parte, solo conmigo, por el patético terror que tengo a tomar una mano y que se desvanezca cuando estoy segura de que ya no la quiero soltar. Es por eso que te digo esto ahora, ya sin el miedo disparando orgullo, sino así, con mi corazón en una cajita.

Mírame, soy yo la que habla: no esa que jugaba a entrelazar los dedos y luego se echaba a correr cuando la estabilidad tambaleaba. A veces uno se enamora de quien no debe para protegerse de caer; los propios sentimientos pueden correr lejos de uno, pero conforme pasa el tiempo, mis pies han ido perdiendo el miedo de acercarse a ti. Ahora te tengo enfrente y no quiero que te vayas. Me juras que quieres estar conmigo, aunque veo tus alas enormes batiendo el aire mientras me abrazas, y aun así me digo que sí, que sí quiero estar contigo porque no puedo decirte una cosa diferente cuando esa es la única que hay. Me cansé de huir. Me cansé de darme siempre a medias por temor a perder.

Esta vez, no dejaré que me gane la cobardía y me deje con la garganta llena de “quieros”, haciendo nada para que te decidas por mí. Sé que eres libre, sé que no me necesitas para estar tranquilo, y por eso quiero lanzarme contigo al risco: porque sé que no es un vacío. Porque sé que si estás aquí en la orilla conmigo es porque estás seguro de ti, y que no necesitas arrancarme plumas para volar. Quiero ser tu equipo: corazón, alas y nido. Voy a soltar este miedo porque lo único que puedo perder es la oportunidad de tener todo lo que llevo años buscando.

Antes de dar el siguiente paso, debo decirte que me llevó tiempo entender que mi casa siempre fui yo misma y que eso dificulta que se quede alguien más. Me aferré a que no entrase nadie para no dejar solo al otro e impedir que me dejaran sola a mí. Y puede que haya perdido mucho antes, pero al menos ahora soy más valiente y sé reconocer que estos cimientos míos, siempre errantes, quieren encajarse también fuera de mí. No sé si el mundo entienda lo que digo, pero sé que tú sí: estamos hechos de la misma madera y nuestros miedos se reconocen entre sí. Sé que callas para no asustarme. Sé cómo te limitas para no abrazarme más de lo debido o para decirme que mueres por verme de nuevo, aunque nos hayamos visto ayer. Sé que juegas a ser dominante porque no quieres que te absorban y te da miedo desaparecer envuelto en algo que no eres, aunque quieras hacer como que el miedo no existe en tu vocabulario. Debes saber que también me asusta, pero, ¡hey! Estamos parados en el mismo suelo, y no imagino ni deseo ningún otro lugar. Puedes tomar mi mano cuando quieras.

Si tuviera que hacerle un prólogo a lo que espero vivir contigo, mejor lo dejaría en blanco. No busco escribir mi personaje ni intento hacerte el guion. Sólo quiero que sepas que, por primera vez en mucho tiempo, he decidido dejar que la obra comience, aunque ni siquiera sepa cómo es el telón. No voy a desearnos otra cosa que no sea lo que nos nazca ser. Estamos ya en la segunda llamada, la historia nos espera. No tenemos idea de a dónde nos va a llevar, pero si me lo permites…

Tercera llamada, ¡tercera…!


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