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Foto del escritorPaola Iridee

Siseo -un canto a la humanidad-


La serpiente se muerde la cola, y entonces dicen que se vuelve infinita.

Yo digo que se consume a sí misma, dejándose al final solamente la cabeza.

ophion human skelleton uroboros

Parte I

De las serpientes se dicen muchas cosas, como que son símbolo de tentación y pecado por excelencia. Dicen que se arrastran, extirpándose del suelo -a donde pertenecen- cada vez, para avanzar un poco -¿Acaso no es lo mismo que hacemos nosotros con los pies?- y que no se debe confiar en ellas nunca, ni hacer menos su veneno. Dicen que muerden, mortales y ágiles, y que la muerte que se sufre por su causa es lenta, lenta, insoportable…

Después, nada más.

Parte II

La serpiente se mueve con elegancia. Destila parsimonia cada vez que pasa, con su cuerpo rastrero que apenas alza para curiosear, asustar y después... matar a sus presas -supervivencia-

Decimos que se desplaza sobre el vientre y por eso la maldecimos. La pensamos un ícono demoníaco y usamos su vientre al suelo como prueba irrefutable de que es un animal condenado. Nosotros decimos “si se arrastra, pertenece a abajo”, pero ¡también nosotros nos arrastramos cuando huimos! Y nos decimos “¡pecho tierra!” para sobrevivir cuando hace falta, para ocultarnos; faltosos, desnudos, indefensos… Y sin embargo, el condenado es el otro. Y juzgamos a la serpiente, pero no hemos visto todas sus caras.

Parte III

¡Pecho tierra, pecho tierra...! Y escapa entonces de la maldad. Escapa de la guerra inevitable a la que fue lanzada como raso, como todos nosotros. La serpiente huye de la vida ineludible, a la que somos arrojados como los soldados por su Patria. Y se nos arroja también la vida, como una golfa vendida, para que caigamos en las tentaciones de vivir de pie y de frente, en vez de aceptar el suelo como casa –afortunadamente, no muchos escuchan su llamado, y entonces se la viven siempre besando (culos) el piso-

Parte IV

Al menos las serpientes tienen elegancia. Se arrastran siempre, pero se enroscan a las ramas para también poder mirar altivas. No se quedan en el suelo únicamente, aunque aceptan su condición; es sólo que precisamente el aceptarla las hace conocer todas sus posibilidades y su potencial.

La serpiente mira altiva al mundo porque lo puede cuando se crece y se alza lo suficiente, y está en todo su derecho de creerse en la cima del mundo y el mundo mismo, porque lo alcanzó. La serpiente no es más pecado que el triunfo y que el egoísmo puro, y éste no es sino el ego oculto ajeno. Así que la serpiente es poder. Así que la serpiente lo es todo. Al menos desde su cuerpo subjetivo.

Parte V

El hombre teme a lo que no conoce, y por eso se teme a sí mismo. Uno nunca acepta una naturaleza suya que vaya en contra de la naturaleza que nos dictamos. Los humanos somos una mierda. Lo somos. Y repudiamos a la serpiente (y a los gatos, y a los insectos, y a la oscuridad, y al calor y al frío…) porque dice “yo” cuando la vemos, y el reflejo siempre ofende. Sin embargo, el miedo y la negación no acaban con el bicho. La serpiente nunca muere. Somos nosotros mismos.


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