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Foto del escritorPaola Iridee

Un revólver sobre la mesa


Yo huía, evitando mi propia muerte, como si al suicidio pudieran aplazarlo unas cuantas vueltas. Por eso viajaba tanto: para sentir que se puede latir de una manera diferente, que los pasos de un ser humano pueden tener un poco de sentido, aunque fuese totalmente adquirido y se tratara nada más de conocer.

Hui, inventando todo para escapar del dolor, pero no se pudo. Probé de todos los sabores y sinsabores con los que me topaba, repasaba incansable los contornos de las cosas que ya conocía desde hacía milenios, y aprendí a sorprenderme aun así de los ligeros cambios que tenían. Aprendí a ver el gris del cielo como algo hermoso y a sacarle ventaja para mis dedos entintados, como si escribir no me fuese a hacer más melancólica, astronauta sin casco, a kilómetros de aquí.

Gustavo Monroy Máscara

No sé por qué nunca pertenecí, y querer saberlo sería una pregunta retórica; no me interesa desentrañarme porque ya me sé; no me intuyo capas. Y esto soy: un montón de tonos de violeta, niña apagada y profunda, misterio y gris. Huelo a primavera seca y también a decadencia, y es por eso que decido ponerme entre las páginas de un libro justo ahora, que estoy tersa, para ver si me seco y se conserva mi forma.

Sé que todos mis intentos por salvarme fueron vanos; es que uno mismo no puede huir de sí. Y sin embargo, me alegro tanto, tanto de haber amado la vida, que si me la quito ahora, será de pura felicidad. Sé que suena absurdo, porque la muerte y la risa no se piensan en el mismo vaso, pero una sonrisa no impide tomarse ambas de tajo; puede alguien sentirse satisfecho con lo que ha vivido y por eso mismo, no querer hacerlo más.

Me alegra haber caminado tanto, ir encontrando mis sentidos en el tacto de las flores y el sabor de los besos, tratar durante años de encontrarle una razón particular a la vida, aunque pueda no ser… Me alegro de haber vivido, pero no se puede escapar de un agujero negro aunque seas luz, si tú mismo eres también el agujero.

No tengo mucho más que decir, y tampoco creo que tenga mucho caso; sólo devuelvo un “hasta pronto” porque todo va a parar al mismo sitio. No lloren, llorar sólo cansa; la vida no está hecha para durar mucho, de todas formas. Me gustó vivir, aunque de todo esto, sólo fueron mis sueños aquello que más tuvo sentido.

Ahora es hora de tomar el revólver que está sobre la mesa.

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