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Pudimos haber alcanzado todo, pero no; tú y yo no temimos lo banal.
Corrimos lejos, tratando de huir del mundo,
vivir la vida en un segundo,
tomarnos a medias las manos, rozando apenas tres dedos,
y repartimos los besos con gotero, como sabiendo que se iban a agotar.
Nosotros lo supimos desde el primer segundo: lo nuestro era algo efímero.
No iba a durar porque nunca lo quisimos,
-miedo, tal vez-
Dijimos que nunca soñamos con lo eterno,
que el universo era cosa de niños,
que los ojos sólo son visores y no reflejos, y cuando se aclaraban, preferíamos no voltear.
Fuimos un ave marina con miedo al vuelo; buscamos mar, pero apenas pinchamos la sal.
Y terminamos así: con una historia incompleta, prefiriendo hacerle grietas al infinito por miedo a la inmensidad.