Retroceda en el tiempo todos los años que tenga, y cuando sea de nuevo un bebé, vuélvase feto. Posteriormente, introdúzcase a sí mismo dentro del útero de su madre –que para esos momentos, invariablemente, estará viva- y colóquese en posición fetal. Ya que esté bien acomodado, relájese y disfrute del bienestar del vientre materno por el rato que guste, de preferencia, que no exceda las veinticuatro horas, porque podría acostumbrarse y quedarse ahí dentro hasta nacer de nuevo.
Mientras se relaja, note cómo toda señal de sufrimiento se va mitigando poco a poco, hasta desaparecer por completo. Si aún recuerda cómo se siente el dolor, concéntrese más en su fetalidad hasta que el recuerdo desaparezca, pero tenga cuidado de no olvidar que existe el sufrimiento y que quiere deshacerse de él. Teniendo muy en claro esto último, puede proseguir con el siguiente y último paso, para el cual se recomienda permanecer sereno y estar plenamente consciente de que el deseo que tiene de no sufrir es más fuerte que cualquier otra cosa.
Lo que va a hacer a continuación consiste en hacerse, de un momento a otro, insostenible para el cuerpo de su madre. El cómo se lo dejamos a su preferencia e ingenio. Hágase lo menos compatible que pueda, y cuando sienta que el cuerpo de su madre se ha enterado de la repentina pero intolerable incompatibilidad, apriete con fuerza sus ojos ya cerrados, ponga su mente en blanco, y abórtese. Si después de esto sigue vivo el tiempo suficiente para hacerse consciente de su triunfo, ¡felicidades! Ha logrado su objetivo; de ahora en adelante, le garantizamos que no sufrirá más.