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Foto del escritorPaola Iridee

Fútil


Silencio. Las ramas de mi alma van creciendo hacia ningún sitio, sin ningún rumbo. Paso a paso, mi corazón se estrecha; te llamo, inconstante, pero sé que no vendrás.

Eras mi vida. Mi punto de fusión, mi soledad, mi mundo eras tú. Tú eras quien me atenía a mí mismo; ahora ya no. Ahora no existo más…

Doy tres pasos. Tres, cuatro. Al quinto, retrocedo. Busco mi rostro en todas partes, pero cada vez que me veo al espejo, sigo ausente. Los días me carcomen por dentro, y ceso de existir, poco a poco, en la miseria de un “no estar” y un “estar solo”.

La única vida que tenía, te la llevaste –vida mía- ¡NO EXISTO!

Tú me encontraste oscuro como sombra, sin voz ni alma. Yo era un recipiente vacío, buscando llenarse con vino, con agua de templos… Después que te encontré, te vertí en mí con la esperanza de un niño, y te creí mi todo, pero no fuiste. No te preocupes, mi vida; yo tampoco soy nada. Mi madre me lo dijo alguna vez: uno viene vacío a esta vida, ¡esta vida no tiene ningún sentido y no vale de nada tratar de encontrárselo! Ahora soy un adulto y no puedo cambiar lo que soy. No quiero hacerlo; me gusta el gris aunque me destruya.

A veces, me doy cuenta de lo mucho que me hizo falta alguien que me supiera. Recuerdo haberte pedido a las estrellas. Te me trajeron; tú te fuiste por cuenta propia.

Todavía vienen a mi mente esos borrones que te dibujaban y te crearon perfecta; fueron esos únicos trazos en que mi vida fue mía. ¿Y qué digo ahora? ¿Qué es mío, sino este vacío? Recuerdo al tiempo, que cada alegría se torna hiriente…: Las heridas del recuerdo se llaman nostalgia. Se llaman tú. ¿Y qué digo ahora, qué puedo? Morir… Morir en un instante en que mi vida se palpa, como la arena que soy, insaciable, inasequible, inmutable. Siempre arena, de sal y de nada. Lo único que me queda son estas paredes que me atrapan. Y mi gato, que no es mío, sino del viento. Mientras se desmorona mi poco rastro, te siento. Y te siento mía, como aquellos días en que me supe de mí mismo.

Tú y yo éramos imparables, como la estrella que soy, exentos de todo tiempo, de toda ayuda… Nunca nos faltó el orgullo, y por eso morimos. Vida mía, somos una estrella, un astro aún, ex de luz, ex de vida, ahora inmenso agujero negro. Y las horas apestan a muerte.

Vida mía, yo creí que te quería… Tanto tiempo ha pasado, que me acabo también yo. Sé que este es el final

…y sigue sin haber (nada).


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