Uno nunca llegaría a creer que trae un agujero en el medio de sí mismo, si se lo dijeran. Podría ser, para uno, la cosa más obvia del mundo el pensar que la gente que te quiere ayudar, sólo busca pleito o quiere otra cosa, y que no existen manos amigas. Uno puede llegar a confundir el camino muchas veces sin saber siquiera que ha movido los pies. Y sin duda, uno puede pasar años y años sin darse cuenta de que trae un agujero en el medio de sí mismo.
Decir “a veces” no hace justicia a lo efímeros que somos; no se ve que el tiempo pasa más rápido que la luz por los ojos, y repetimos en la banqueta la misma escena, tantas veces, creyendo que la banqueta es la vida. Lentamente, perdemos la conciencia; se corre tan pronta y presta como la vida misma, y la vida corre, despavorida, como si fuese ella la que tiene que huir. Y se va…. se va… Ni siquiera nos damos cuenta de que no regresa.
Nadie podría ver un atisbo de eso que el mundo se traga de la gente, ni podría decir que está vacía, ni que no cree en nada, ni siquiera en sí misma. Nadie podría sospechar que lleva, en medio del mundo, el agujero de un cosmos consigo. Y se puede caminar años, con rumbo o sin él –eso qué importa-, y de repente, sentir un día que se ha perdido todo. Y el todo por ese hueco; la vida en él.
Es cierto que se puede ignorar a uno mismo y andar con la frente en alto, la cola alzada, como pavorreal al viento, desdeñando las grietas que se intuyan tener. Pero así de cierto como negarlo es que se puede caminar con el pecho inflado, sin saber que se tiene un tercio quebrado, o tres.
Yo que creía ser el centro de todo, que me decía la Integridad misma, ignoré hasta el “siempre”, y me he encontrado a mil yo’s; todos estaban vacíos. Me he puesto enfrente un espejo, sin luz de calle, y me he encontrado unos agujeros que son tantos, que no se pueden contar. Dejo que entre la luz, y entonces ella se filtra por los agujeritos, infinitos como estrellas. Sin saber por dónde, todos ellos se consuman en uno. Ese agujero soy yo.
Sin embargo, yo no tengo ninguna falta; ella me tiene a mí, y yo la camino, yo la hiero y la calo -y el mundo brilla aun así-. No existe culpable alguno de este vacío, porque mi vacío soy yo. Y ¿qué puede hacer el hombre contra lo que no es suyo?
Yo soy ese agujero. Y me consumo a mí.