Tanto tienta el calor como estas ganas repugnantes de quedarse en el suelo, fríos, podridos, tan llenos de olvido que incluso este suelo nos tema.
Es tan fácil volver a caer… Cuando has germinado en la decadencia, no importa lo mucho que cosas tus alas; siempre necesitarás quemarlas para que se muevan.
¡Vaya juego más jodido éste al que nos vinimos a meter! Amar a la decadencia… Ya de por sí al hombre le cuesta salirse del fango, y nosotros con este afán de amar a los gusanos… Y aun así, desear al sol cuando se le mira.
Qué jodido, amigo, ¡qué jodido! Qué suertecita nos vino a tocar con esto del masoquismo, con esto del ir y venir, del querer a medias… qué puta suerte, ¡qué decisión de mierda el amarnos porque no conocíamos otra manera…!
Ya que por fin había aprendido a caminar, a subsistir lejos del pantano, de mis pegajosas suelas de musgo empapado, venimos a cagarla de nuevo… Lejos de los soles. Lejos de los sueños, de la lluvia y de las cavernas escondidas, sin luz de calle ni silencios a medias… Nos encontramos aquí, tratando de decirnos cosas diferentes, cada quién desde sus paredes, volviendo, al cabo, a lo mismo de siempre…
Yo que había perjurado no volver a ti, y tú que vuelves… Me tientas con tus ojos de lobo para volver a arrancarme la carne. Y yo cedo, amor; yo cedo…