Hace unos días se reabrió una herida que lleva infectada años, y es que el asesinato del periodista Javier Valdez Cárdenas no puede sino hacer que vivir aquí escueza más. No es sólo desafortunada sino temible la situación de violencia en la que está inmersa el país, sobre todo si se piensa también en la impunidad que coexiste con ella, casi de la mano.
Valdez, fundador del semanario Ríodoce y corresponsal del periódico La Jornada, fue acribillado el lunes en Culiacán, Sinaloa, a sus 50 años, y la cercanía del acto con las oficinas de Ríodoce sólo hace más evidente la situación. Si el periodista es la figura alegórica de la libertad de expresión y ente totémico de “la verdad”, entonces es grave el problema. Son 126 periodistas los que han sido asesinados en México, ocupamos el tercer lugar más peligroso para ejercer tal oficio, y eso quiere decir… ¿que se debe firmar en un contrato la vida por informar?
Las autoridades señalaron el hecho como algo “inaceptable”, y dijeron que se usaría “mano dura” para defender los derechos y el oficio de los periodistas. Dijeron que se iba a destinar más presupuesto para que se hiciera justicia, pero la CNDH y el Congreso de la Unión hicieron público hace unos días que el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, ese al que EPN dijo que había que fortalecer, lleva todo el año funcionando con los recursos remanentes del 2016.
Unos días después, el presidente ha salido para mostrar la cara bajo el discurso de que ahora sí se destinarán recursos para fortalecer el Mecanismo, se crearán protocolos a nivel nacional para la investigación y atención a víctimas, se dará revisión e impulso a las investigaciones en proceso –de los 126 asesinatos de periodistas, 123 siguen sin dar sentencia-, y “se apoyará a las entidades en la creación de unidades o ministerios públicos especializados en libertad de expresión”. Es decir, lo que de por sí se tendría que hacer en cualquier país.
Hay una cosa que esclarecer: los asesinatos a periodistas, así como a defensores de los derechos humanos, no son sólo hacia particulares; afirmarlo puede ser duro, pero el país en el que vivimos realmente está en crisis; se mueve… y no quieren que se mueva. La conciencia y el despertar de la gente tiene enemigos, y eso a lo que quieren matar no es una persona con rostro; no mujer, no estudiante, no periodista: es la verdad.