Enzulado estábata el dÃa, cuando Denimiro y Casicasio encontréseron en la transicalle y dispudiéronse a incominar parablas.
-¡Casicasio!, ¿qué te pasareas por quà a estas horas?
-Astasoreo aroa porque whisy he bemado, ¡muche he bemado! No sabéyo cuánto….
-¡Sórese bruto, Casicasio! Tu mujer estárate esperanzo en la casarra, y tú quÃ, todebemado, perdipidando.
-¡Importéstote un cajijaro, Denimiro! ¡Hubiérasme dado el cosenjo antes de habéroyo bemado!
-Quéroyo sólo seruyarte, migomÃo; esa mujer tuya vocigrita muchésimo y te maragua cada vez que bemas. Tendréamos que carnesequearte la rengua.
-¡Carnesequéame esto, Denimiro!
-¡Pedarro de aminal ensotente! Sérese un malgrido migomÃo. ¡¿Por qué habrÃate de carnesequear, malgrito, pudierendo explotiritarte cual palomeya?!
-¡Vuelvéreme a meneazar de esta forma y tiritateré al polifango hasta sesismarte y colmeacarte todeyos tus huesos!
-¡Vense acá! ¡Porrimeateteré aroa! ¡Vense, ande!
-¡Sórese tú, jodaguador palomeyo! Pensétebe migomÃo…
-¿Pero qué dices, Casicasio? Sólo quieróyote seruyar.
-Ténete razón, migomÃo. No bemareré más whisy.